sábado, 6 de agosto de 2016

Una experiencia nueva: Stranger Things


                         
                       Este tipo de revisiones será poco frecuente, ya que rara vez veo una serie de televisión. De hecho, les tengo cierta aversión. Prefiero gastar las horas en largometrajes o actividades de otro tipo, ya que rara vez me interesan los argumentos y generalmente me parecen innecesariamente largas. Pero por razones poco claras terminé viendo esta obra de los Hermanos Duffer, experiencia que ha cambiado un poco mi postura sobre este campo cinematográfico.   
                        Netflix le ha dado al mundo la posibilidad de asistir grandes producciones cinematográficas en muy buena calidad, a un precio conveniente, sin tener la necesidad de comprar la película o de ir a un cine. Se puede reprochar el hecho de que no hay tanto como uno quiere; la gran diversidad de géneros y la diversidad de público impiden que todo lo que hay allí sea disfrutable. Yo, por ejemplo, desearía más películas de la era clásica.  
                        Esta plataforma no solamente se ha convertido en un moderno cine domiciliario sino también en una productora de obras, que ya ha dado resultados notables. Su primera producción, llamada “Beasts of no Nation”, fue un éxito de crítica. Desde entonces, tanto las series como los largometrajes han recibido, en su mayoría, grandes elogios. La más reciente serie, publicada el 15 de julio, no fue una excepción, y puede decirse que ningún trabajo anterior producido por esta compañía ha tenido tal alcance de público y respaldo crítico. Se trata de “Stranger Things”.
                        En líneas generales la historia se centra en la desaparición de un niño llamado Willy, en un pueblo de esos donde todos se conocen, durante los años ochenta. Su madre, el jefe de policía, su hermano mayor y sus amigos emprenden por separado complejas búsquedas, donde constantemente se encuentran con un muro impenetrable, donde se acaba la lógica y la realidad. Una niña con ciertos poderes y apariencia de niño aparece en medio del caos.
Se puede ubicar en el género de la ciencia ficción o fantasía, pero también hay terror y misterio.

                        Lo primero que el espectador observará será el claro homenaje que esta obra rinde a la cultura de Estados Unidos en la década de ambientación, y por lo tanto a las películas, los libros y la música de la época.
                        Hablando de la cinematografía, no hay influencia más grande que Steven Spielberg, específicamente de una de sus obras más aclamadas: E.T. La fotografía es muy similar a la de esa película. El ritmo, la intervención de los personajes y la misma historia tienen muchos aspectos en común con ese film de 1982. No es plagio; sería muy descarado. El tributo es manifiesto e innegable, y el resultado ha sido, desde mi perspectiva, fenomenal.
                        Se pueden observar claras referencias a películas como “La cosa”, “Encuentros cercanos del tercer tipo”, “Los Goonies”, “Cuenta conmigo”, entre otras. Stephen King también fue homenajeado con esta obra: la búsqueda de los niños y el enemigo oculto son comparables a los de “It”, entre otras historias de este gran autor. La música de la época aparece representada principalmente por canciones de The Clash, Toto, Peter Gabriel, David Bowie, entre otros.
                        También quiero hacer notar la enorme cantidad de referencias artísticas de otras épocas, que demuestran la alta cultura de sus realizadores, a saber: una cita de “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad y cuadros de escritores importantes como Edgar Allan Poe y Arthur Rimbaud.
                        No vale la pena entrar en detalles sobre los innúmeros clichés, que son irreprochables, ya que surgen naturalmente con la idea inicial de la obra.
                        La serie posee mucha vitalidad. Quiero decir que la trama nunca se agota; el espectador no dejará de sorprenderse en todos los capítulos. El ritmo es perfecto, minucioso. El número de ocho capítulos le quedó muy bien; no faltó nada que no se pueda resolver en una temperada posterior, ni tampoco sobró una pizca de maquillaje. Fue todo muy bien medido.
                        La escenografía es muy buena. Siempre es capaz de generar la atmósfera perfecta para los hechos.
                        El argumento fue sagazmente construido; las pocas incoherencias observables están dispersas y no le quitan solidez y encanto. La trama entretiene mucho, incita la expansión de emociones y a veces se vuelve terrorífica. Los personajes, que al principio son aparentemente poco interesantes, se van desarrollando con naturalidad, y con el tiempo se puede sentir la profundidad de sus abismos, la complejidad de sus mundos.
                        Creo que lo mejor de esta serie está en las actuaciones. Nunca había visto a una mejor Winona Ryder; simplemente increíble. La actriz de doce años Millie Bobby Brown también se luce, y no puedo dejar de admirar la increíble conexión entre los actores del grupo de amigos, y destacar la actuación del que interpreta a Mike. Esta relación, este fuerte entendimiento entre los niños me recuerda al estrechísimo vínculo que tenían Wallace Beery y Jackie Cooper, que actuando separados eran buenos, pero juntos brillaban como nadie. Es la magia del cine, que jamás había sospechado encontrar en una serie.
                        Para terminar deseo añadir que la fotografía y el montaje no son perfectos en toda la filmografía. Eso es debido al hecho de que se trabajó con un estilo antiguo en una producción moderna, por lo que en las escenas con mayor carga de efectos visuales de nuestro tiempo no supo estar a la altura, lo que se entiende perfectamente.  
                        Creo que la intersección entre dos épocas cinematográficas completamente distintas, teniendo en cuenta las técnicas propias de cada una y las implicancias de todo ello, ha sido muy eficiente. Recomiendo mucho esta serie a aquellos que disfrutan del cine de los años 1980, o que simplemente aman las buenas historias contadas de buena manera.   


Escrito por Juan Ignacio Raffo.