lunes, 30 de enero de 2017

Comentarios sobre "Lady Susan", de Jane Austen

 

           

“Lady Susan” es una pequeña novela epistolar, escrita por la autora británica Jane Austen (1775-1817), aunque no se sabe precisamente la fecha en que la comenzó y la terminó, esto fue entre los años 1794 y 1805. Sin embargo, la obra no se divulgó hasta 1870. La obra, que la autora había dejado sin título, recibió uno de parte de su sobrino James Edward Austen Leigh. Todos estos datos se aclaran en el prólogo a la edición que poseo, escrito por Eduardo Berti, de quien también es la traducción, para Ediciones de la Banda Oriental.
            Debo mencionar que esta es la primera obra de Jane Austen que leo, y verdaderamente su lectura me ha sido satisfactoria. Sobre todo, entretenida. Leí la novela corta prácticamente de un tirón, en un día, motivo por el cual tal vez algunas cosas hayan abandonado mi memoria. Sin embargo, creo que lo más importante ha sido la visión general que obtuve de la obra, y las cuestiones literarias que quiero resaltar.
            En primer lugar, es notable cómo se realiza la caracterización de los personajes. Desde las primeras clases de literatura aprendemos que los personajes se caracterizan por lo que dicen y hacen, y por lo que otros personajes dicen de ellos. En el caso de esta obra, por ser precisamente una novela epistolar, compuesta por cincuenta y un cartas que se envían varios personajes entre sí, la caracterización se da de una manera doble. Esto es: cuando un personaje escribe una carta, al leerla el lector va construyendo la personalidad del mismo; pero además, en esta misma carta se describen a otros personajes, sus actos y sus dichos, por lo que los caracterizamos a través de los ojos de quien escribe. Y esta experiencia resulta muy enriquecedora para la construcción mental que debe elaborar el lector, dada la multiplicidad de personajes, de cartas, y de hechos conflictivos que los obligan a escribirse entre sí.
            Algo también notable son las dos primeras cartas de la novela, ambas escritas por la protagonista, Lady Susan. A partir de estas dos pequeñas cartas ya podemos tener una imagen bastante acertada de su personalidad. En la primera carta Lady Susan escribe a su cuñado de manera completamente halagüeña, y entonces nos creamos una idea de una mujer viuda sumamente dulce, humilde, en pocas palabras, una buena persona. Sin embargo, en la segunda carta, que Lady Susan escribe a su amiga Lady Johnson, su confidente, la primera muestra su verdadera cara, diciendo aborrecer a sus parientes, y, en fin, denotando una de sus principales características: la falsedad.
            La protagonista de esta obra es, pues, una anti-heroína, una mujer altamente manipuladora, que para obtener lo que quiere hace uso de su increíble belleza y, sobre todo, su retórica, para convencer, principalmente, a los hombres que la rodean. Sin embargo, ésto no le resulta tan bien con las mujeres: el rol antagónico del libro lo lleva a cabo el personaje de Catherine Vernon, su cuñada, que se da cuenta inmediatamente de sus intenciones, e intenta frustrar sus planes.
            La trama de la obra se basa en los enredos que crea Lady Susan para poder conseguir matrimonio, ya sea para su hija, a quien detesta y trata mal, o para sí misma, para así asegurar su riqueza futura y su posición social. Como sus planes terminan involucrando al hermano de Catherine, ésta debe interceder, no sólo por la seguridad y felicidad de su hermano, sino también por la de su sobrina. El círculo de los personajes es bastante cerrado, al tratarse de un ambiente familiar, en el campo; según tengo entendido, esto es una constante en las principales obras de Austen.
            Para terminar me gustaría hacer mención de dos cuestiones. La primera, en relación a la obra, es que, a pesar de que ésta ya ha sido llevada al cine (sólo que aún no se ha estrenado en todos los países latinoamericanos), se me ocurrió durante la lectura que si hay dos actrices a las cuales los roles de Lady Susan y Catherine Vernon les quedarían más que perfectos serían a (una joven) Jessica Lange y a (una joven) Meryl Streep, respectivamente (se adjuntan imágenes). Esto se reafirma en mi imaginación pensando en uno de los puntos más álgidos del libro: cuando ambas se confrontan, lanzándose mutuamente indirectas, ataques disfrazados, lo que aumenta la tensión del lector.

            Y la segunda cuestión que quería mencionar era lo bien escogida que ha sido la imagen para la portada del libro. Se trata de un Óleo de Sir Thomas Lawrence, que aquí adjunto, y que, a través de la mirada retratada, al menos después de la lectura de la obra, transmite la sensación de lo pérfida y a la vez encantadora que podía ser Lady Susan.



Dardo Andrés Arbiza

domingo, 22 de enero de 2017

La ciudad de las estrellas (La la land, 2016), de Damien Chazelle.

            Este elocuente musical ha recibido notable atención mediática últimamente, y se está llevando premios en todas las ceremonias de la temporada. Vamos a ver hasta qué punto está todo esto justificado.
            Dirigida por el creador de “Whiplash” (2014), esta cinta se puede encajonar en varios géneros simultáneamente. Es un romance, un drama, un musical, y muchas otras cosas. Se pueden distinguir dos partes en la obra (que no tienen relación con las establecidas por el realizador). La primera, que va más o menos hasta la mitad, es un pintoresco musical, no muy sofisticado, pero muy moderno, alegre y plagado de  baile, luces y colores. Por otra parte, la segunda mitad es mucho más dramática –en el plano estrictamente narrativo-, y la música pasa a tener las mismas funciones que en (casi) cualquier cinta romántica. Si no fuera por la solitaria interpretación del personaje de Emma Stone en su última audición, no tendríamos canto y baile hasta el final. De todas formas la película posee un alto grado de dramatismo a lo largo de sus dos horas de duración, ya que la música siempre logra reemplazar la acción y generar la misma sensación de expectación, preocupación o ansiedad que aquella.  
            Se pueden identificar dos hilos narrativos, cada uno protagonizado por un integrante de la pareja estrella, conformada por Mia y Sebastian. Estas dos guías comienzan a cruzarse muy pronto, hasta finalmente unirse y conformar, al menos por un tiempo, una sola.
            La cinta posee un interesante trabajo de fotografía, con una función muy expresiva. Se nota un estilo bien definido, tanto en lo que se refiere a  angulación y movimiento de cámara, como a la iluminación y el uso del color. Eso refleja un gran trabajo de planificación, tomando en cuenta el guion y las escenas de baile y música. Predominan el violeta y el azul, pero frecuentemente se logran combinaciones asombrosas con otros colores, que otorgan alegría, melancolía, sensación de optimismo o de nostalgia a la narración.
            Las dos estrellas principales brillan tanto, que se podría decir que todo los demás participantes (John Legend, J. K. Simmons) parecen extras sin importancia (aunque no lo son). El guion está muy logrado, con un final algo predecible pero auténtico, adecuado y muy, muy personalizado, claramente dirigido a la vida interior del espectador. Es imposible no sentirse tocado por una extraña sensación de melancólica nostalgia, de remordimiento, de posterior resignación, y también de impulso hacia el futuro, pues la película no sólo se ocupa de lamentar el olvido que ocasiona el pasar del tiempo y la evolución del hombre, sino que también propone mirar hacia adelante con ojos de esperanza y fascinación por las nuevas formas de vida y arte que tomarán el lugar de aquellas que irán muriendo paulatinamente en nuestra memoria.  
            Sobre la realización, hay que reconocer el gran trabajo de Damien Chazelle, que nuevamente nos propone una cinta relacionada con su pasión el jazz, pero sin repetir las mismas premisas que su anterior película. Nos ofrece no sólo una nueva perspectiva, sino un estudio que va mucho más allá de la música misma, que comprende la realidad moderna. Emma Stone está brillante en su representación de Mia, una optimista camarera con deseos de ser actriz, confundida a menudo por el fantasma de la desilusión, y Ryan Gosling interpreta muy bien a la frustrada figura del pianista Sebastian.
            La cinta se destaca por provocar reminiscencias del cine clásico, el cual es aquí la estructura alegórica con que se pretende transmitir las ideas de nostalgia y optimismo antes mencionadas. Esto está íntimamente ligado al montaje y la fotografía, pero también se percibe en otros elementos: las transiciones de planos, ciertas angulaciones, las letrinas, el diseño de producción y los hechos mismos. No es errada la suposición de que “City Stars” es la versión moderna de “As time goes by” de “Casablanca”, probablemente la película más referenciada en esta obra, junto con “Rebelde sin causa”.
            También pueden percibirse incontables influencias del cine de los años 30, 40 y 50, no sólo de musicales. A mí me recordó la película “Las zapatillas rojas” (1948), de Emeric Pressburger y Michael Powell.
            Se puede decir que el filme falla en ciertos aspectos técnicos; el canto y las coreografías no están siempre a un excelente nivel, a veces la fotografía no es tan adecuada, a veces se puede notar cierta incomodidad en los actores, existe cierta irregularidad en el ritmo, etc. También se puede decir que artísticamente la película no logra todo lo que se propone. Pero debe reconocerse aquí un gran trabajo conjunto de todas las partes que conforman una obra cinematográfica, logrando casi siempre armonía y reluciente belleza, acompañando fielmente el transcurso de los hechos. Es una película muy disfrutable. Intensa, evocadora y, de vez en cuando, impactante.  
             No es la mejor del año, pero seguramente acabará llevándose varios premios Óscar. A la Academia le encanta este tipo de películas.    

Nota 9/12